miércoles, 31 de agosto de 2011

SERENO ANOCHECER.

     Hoy estoy sola y no me siento bien. La tristeza lleva varios días instalada conmigo. . . No sé qué hacer para dejar de sentir esta sensación en el estómago. Nada consigue captar mi atención el tiempo suficiente para que pueda sumergirme en ello y hacer que mi mente se concentre y se olvide de lo demás.

     Así que, cojo las llaves y salgo... Camino sin rumbo, aunque sé dónde acabaré... Siempre acabo en el mismo sitio: en el río. Cuando llego, la luz del día ya se va alejando y el cielo se ha teñido de oro...
   
   

     Me quedo un rato sentada en el primer escalón de una de las escaleras del muro y mientras miro distraída el vaivén del agua,  poco a poco me va invadiendo el silencio y una plácida calma . . . 


     Por fin he conseguido la paz que tanto necesito... así, sólo mirando el anochecer en el río ...
 Pero ya la oscuridad de la noche lo ha invadido todo. Las farolas se han encendido y proyectan sus reflejos en las oscuras aguas, formando en ellas como cascadas de brillantes colores que se dirigen al fondo, a un fondo que no tiene fin . . .

 

     Me levanto lentamente porque no quisiera irme. Quisiera seguir perdiéndome en los bucles plateados o dorados y dormirme así . . . Pero es hora de partir.